domingo, 16 de noviembre de 2008

Un milagro llamado amor...

Hubo una vez, no hace mucho tiempo, una princesa que se convirtió en mariposa porque la bruja de la tristeza le hizo un hechizo. Entonces ella voló y revoloteó por bosques, cañadas, matorrales, campos, sembrados, castillos, pastizales, en busca de una cura que no encontró. La pobre mariposita duró 22 años buscando el remedio hasta que una vez, ya dada por vencida, mientras descansaba junto a una laguna y bebía agua de la orilla, conoció a un sapo negro que la hizo reír con historias y cuentos inventados, con muecas y figuras hechas con su boca grande y los dedos de sus manos pequeñas. Allí, junto al agua, pasaron muchos días hablando, riendo, cazando insectos que comían en recetas que el sapo preparaba, también estuvieron enamorándose. Entonces, ese inentendible milagro del amor, poco a poco fue transformando a la mariposa en esa princesa hermosa y risueña que una vez fue y el sapo, el sapo negro, se convirtió en un príncipe azul de elegantes ropajes y barba negra. Pero la bruja de la tristeza que, dicen, no hace ningún hechizo incurable, infectó el agua de la laguna con una pócima llamada tiempo. Así fue como el príncipe dejo de cocinarle a la princesa, de contarle cuentos, de enamorarla.
Y ¿sabes?, poco a poco, otra vez, él se fue convirtiendo en el mismo sapito que un día fue: primero fueron las manos, luego las patas, la barriga, los ojos, por último el corazón. Lo curioso de este hechizo es que el sapo, cuando se miraba al espejo, sólo veía al príncipe que decía ser... Entonces la princesa, la princesa valiente, fue a la laguna y recogió las alas de mariposa que dejó allí cuando empezó a transformarse, se las puso, se recogió el cabello, consiguió unos espejuelos para protegerse los ojos del viento y emprendió de nuevo el vuelo como antes, cuando estaba hechizada. Y voló y revoloteó por bosques, cañadas, matorrales, campos, sembrados, castillos, pastizales, calles, pueblos, condados, en busca de la cura para su príncipe-sapo, pero otra vez, como antes, no la encontró. Entonces cuando estaba ya casi derrotada, otra vez descansando, otra vez al lado de la laguna de vuelta a casa, encontró ahí a su sapo y volvieron a hablar y recordar las historias y a reír y a llorar y a cocinar insectos en recetas inventadas y a ser amigos y a enamorarse de nuevo... Fue cuando ambos entendieron que el amor también es un hechizo que, al parecer, es más fuerte que la tristeza. El milagro se hizo de nuevo.

Por JER.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Berberecho y su muñeco

Berberecho trajo un hermoso muñeco, que cuando le daban cuerda abría y cerraba los ojos y se reía. Todos los chicos querían tocarlo, pero él no se lo prestaba a nadie.
- ¿Cómo se llama tu muñeco? - le preguntó Martina.
- No sé - dijo Berberecho.
- A los muñecos lindos se les pone nombre.
- Sí, pero yo no sé que nombre ponerle. - dijo Berberecho pensativo. ¿No me ayudás a pensar uno?
- Preguntame más tarde, porque ahora voy al baño.
- Preguntame puede ser un lindo nombre - pensó Berberecho.
Al rato vino Plomín y le dijo:
- Qué lindo muñeco. ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¡Basta! - dijo Plomín. - Ya te pregunté un montón de veces.
- Y yo te contesté un montón de veces - dijo Berberecho enojado.
Al rato vino Martina y le preguntó que nombre le había puesto al muñeco.
- Como vos me dijiste.
- ¿Cómo? Si yo no te dije nada...
- Sí
- No
- Sí
- Bueno, si te dije no me acuerdo. Decime que nombre le pusiste.
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?

Y así estuvieron un rato largo, hasta que Martina se cansó y se fue. Después vino Nahuel y le preguntó lo mismo, y Berberecho le contestó lo mismo, y estuvieron un rato largo diciendo:
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
Hasta que Berberecho decidió cambiarle de nombre al muñeco. Lo llamó Muñeco y listo.
Y es así que Berberecho más adelante tuvo un oso que se llamaba Oso, un perro que se llamaba Perro, y un gato que se llamaba Gato. Poco imaginativo, pero fácil de acordarse y sin lugar a malentendidos.
Tomado de la página http://pacomova.eresmas.net/