sábado, 24 de enero de 2009

Gotita de Agua

Este era un pobre campesino cuya única riqueza consistía en un pequeño campo sembrado de maíz. Trabajaba todo el día en él, arrancando la hierba y enderezando las matas. El campesino estaba triste porque, por falta de agua, las milpas estaban marchitas y temía que se secaran. Un día, mientras veía el cielo con tristeza, desde una buena nube dos gotas de agua lo miraron y una de ellas le dijo a la otra:
El campesino está muy triste porque sus milpas se mueren de sed. Quiero hacerle algún bien.
-Sí - contestó la otra-, pero piensa que eres sólo una gota y no conseguirás humedecer siquiera una mata de maíz.
Bien -replicó la primera-, aún cuando soy pequeña haré lo que pueda.
Y al decirlo se desprendió de la nube. Aún no había llegado a la tierra, cuando otra gotita dijo:
Yo iré también.
Y yo, y yo, gritaron muchas gotas.
Poco a poco, miles de gotitas caían sobre las milpas en ruidoso aguacero. Las milpas, agradecidas, se enderezaron enseguida y el campesino obtuvo una cosecha abundante de maíz. Todo porque una pequeña gota de agua se decidió a hacerlo lo que podía.

Tomado de http://pacomova.eresmas.net/

Poema a una mariposa

Mariposa,
señorita
mariposa.
Abanico que se agita
junto al rostro de una rosa.
Es un alegre pañuelo,
con el cual baila un enano
picaruelo
algún baile americano.
Es también una bandera
diminuta,
en la ruta
del viento de primavera.
Y se posa
en el libro de un chicuelo.
¡Qué ilustración más hermosa
que le ha caído del cielo!

domingo, 16 de noviembre de 2008

Un milagro llamado amor...

Hubo una vez, no hace mucho tiempo, una princesa que se convirtió en mariposa porque la bruja de la tristeza le hizo un hechizo. Entonces ella voló y revoloteó por bosques, cañadas, matorrales, campos, sembrados, castillos, pastizales, en busca de una cura que no encontró. La pobre mariposita duró 22 años buscando el remedio hasta que una vez, ya dada por vencida, mientras descansaba junto a una laguna y bebía agua de la orilla, conoció a un sapo negro que la hizo reír con historias y cuentos inventados, con muecas y figuras hechas con su boca grande y los dedos de sus manos pequeñas. Allí, junto al agua, pasaron muchos días hablando, riendo, cazando insectos que comían en recetas que el sapo preparaba, también estuvieron enamorándose. Entonces, ese inentendible milagro del amor, poco a poco fue transformando a la mariposa en esa princesa hermosa y risueña que una vez fue y el sapo, el sapo negro, se convirtió en un príncipe azul de elegantes ropajes y barba negra. Pero la bruja de la tristeza que, dicen, no hace ningún hechizo incurable, infectó el agua de la laguna con una pócima llamada tiempo. Así fue como el príncipe dejo de cocinarle a la princesa, de contarle cuentos, de enamorarla.
Y ¿sabes?, poco a poco, otra vez, él se fue convirtiendo en el mismo sapito que un día fue: primero fueron las manos, luego las patas, la barriga, los ojos, por último el corazón. Lo curioso de este hechizo es que el sapo, cuando se miraba al espejo, sólo veía al príncipe que decía ser... Entonces la princesa, la princesa valiente, fue a la laguna y recogió las alas de mariposa que dejó allí cuando empezó a transformarse, se las puso, se recogió el cabello, consiguió unos espejuelos para protegerse los ojos del viento y emprendió de nuevo el vuelo como antes, cuando estaba hechizada. Y voló y revoloteó por bosques, cañadas, matorrales, campos, sembrados, castillos, pastizales, calles, pueblos, condados, en busca de la cura para su príncipe-sapo, pero otra vez, como antes, no la encontró. Entonces cuando estaba ya casi derrotada, otra vez descansando, otra vez al lado de la laguna de vuelta a casa, encontró ahí a su sapo y volvieron a hablar y recordar las historias y a reír y a llorar y a cocinar insectos en recetas inventadas y a ser amigos y a enamorarse de nuevo... Fue cuando ambos entendieron que el amor también es un hechizo que, al parecer, es más fuerte que la tristeza. El milagro se hizo de nuevo.

Por JER.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Berberecho y su muñeco

Berberecho trajo un hermoso muñeco, que cuando le daban cuerda abría y cerraba los ojos y se reía. Todos los chicos querían tocarlo, pero él no se lo prestaba a nadie.
- ¿Cómo se llama tu muñeco? - le preguntó Martina.
- No sé - dijo Berberecho.
- A los muñecos lindos se les pone nombre.
- Sí, pero yo no sé que nombre ponerle. - dijo Berberecho pensativo. ¿No me ayudás a pensar uno?
- Preguntame más tarde, porque ahora voy al baño.
- Preguntame puede ser un lindo nombre - pensó Berberecho.
Al rato vino Plomín y le dijo:
- Qué lindo muñeco. ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¡Basta! - dijo Plomín. - Ya te pregunté un montón de veces.
- Y yo te contesté un montón de veces - dijo Berberecho enojado.
Al rato vino Martina y le preguntó que nombre le había puesto al muñeco.
- Como vos me dijiste.
- ¿Cómo? Si yo no te dije nada...
- Sí
- No
- Sí
- Bueno, si te dije no me acuerdo. Decime que nombre le pusiste.
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?

Y así estuvieron un rato largo, hasta que Martina se cansó y se fue. Después vino Nahuel y le preguntó lo mismo, y Berberecho le contestó lo mismo, y estuvieron un rato largo diciendo:
- Preguntame.
- ¿Cómo se llama?
Hasta que Berberecho decidió cambiarle de nombre al muñeco. Lo llamó Muñeco y listo.
Y es así que Berberecho más adelante tuvo un oso que se llamaba Oso, un perro que se llamaba Perro, y un gato que se llamaba Gato. Poco imaginativo, pero fácil de acordarse y sin lugar a malentendidos.
Tomado de la página http://pacomova.eresmas.net/